jueves, 21 de junio de 2012

PÁJAROS EN LA CABEZA por ABEL PONTE



    - No hay caso. Por más que lo intento no me sale.

     Mira que le pongo voluntad. Hago todo tipo de esfuerzos, y no va.

     Cualquier pelotudo sueña con pájaros, pero yo no puedo.

     Leí libros de ornitología antes de dormir, he visto infinidad de documentales  de National Geographic, hasta sé de memoria Juan Salvador Gaviota.

     Todos esfuerzos estériles, inútiles.

     He soñado con barcos, con oficinas públicas de pasillos eternos, con voluptuosas ninfas de pechos fulgurantes, con una puerta abierta al final de una escalera, a la que llego después de subir con mucho esfuerzo, y cada vez que estoy a punto de descubrir que hay del otro lado,  me despierto. He soñado que me soñaba soñando que soñaba. Soñé con Calderón de la Barca, con el doctor Freud y con Martin Luther King. También soñé con trompos. ¿Qué tienen que ver los trompos?

     Pero con pájaros no puedo soñar.

     Una vez, en la escuela primaria, a la maestra, la señorita Clotilde, se le ocurrió preguntar ¿Qué soñaron anoche? Yo no me acordaba. Pero Miguelito, que se sentaba detrás de mí y siempre me copiaba, muy suelto de cuerpo contó que él corría por la playa y cientos de pájaros volaban a su alrededor. A la maestra le gustó tanto, que nos hizo dibujar a todos el sueño de Miguelito. Desde ese día intento  soñar con pájaros y no puedo.

     Por eso, finalmente conseguí este empleo. Soy el cuidador del Faro de Punta Piedras, un pueblito perdido del sur, donde las gaviotas y los cormoranes son mi única compañía.

     Los días de calor y no tanto, corro desnudo por la playa, con trozos de pescado en mis manos. Así logro que las aves marinas me sigan en bandada, rodeándome y remolineando a mí alrededor. Si alguien me viera, pensaría que estoy loco. No es así. Solo estoy soñando.-


Se quedó callado,  la vista perdida entre las ramas sin hojas de los árboles de fin de otoño. Nos encontramos todos los días y él siempre cuenta la misma historia. Desde que me jubilé vengo siempre a sentarme un rato al solcito y  tirarle unas miguitas a las palomas, habitantes consecuentes de este parque ubicado en el centro de una ciudad mediterránea. Sin embargo, cuando escucho su relato, los pulmones se me llenan de aire de mar y estoy seguro de reconocer en los ojos de las palomas, mirada de gaviota.

2 comentarios:

Graciela Zecca (TORMENT@) dijo...

MARAVILLOSO RELATO ABEL, ME ENCANTÓ. ADELANTE. BESOS

daniel eduardo dijo...

¡saludos, abel!