viernes, 22 de agosto de 2008

Parodia del taller, por Daniel Seisas


¿La verdad? Estaba nervioso. Porque, si bien, uno va para aprender, algo tiene que saber. Si vos le preguntás a alguien: “¿Querés aprender danza árabe?” O… ¿Qué se yo?: ”¿Querés aprender guitarra?” Te contesta: “¡Noo! ¡Si soy de madera!” o “¡No! Si no sé nada”. Y vos le contestás: “¡Pero si vas a aprender, nadie nació sabiendo!” Yo lo digo de la boca para afuera, porque cuando iba a empezar en el taller literario me preocupaba porque, en realidad, yo, de literatura,… muy poco. Leí bastante, sí, pero todo… ¿Qué se yo?... no es para un taller literario. Por ejemplo, de chico leía las revistas de Patoruzú, Isidoro, Afanancio… ¡Lupin! Ahí te enseñaban a hacer cosas… aviones de aeromodelismo… me gustaba leer revistas o libros que te enseñaban a hacer cosas. También leí novelas… ¡Bah! El Tony, Dartagnan… me gustaba Pepe Sánchez. Pero, libros de esos que son de literatura… ¿Qué se yo?... Borges, Cortazar, Gabriel García Márquez… casi nada; algo había leído en la escuela.
Así que… no podía pasar por bruto, algo tenía que saber, por si me preguntaban… si hablaban de algún tema… Yo había leído una vez… ¡Estaba bueno!... que los géneros literarios no son algo fijo, que hay… variantes… por ejemplo, no podés decir: “Esto es un cuento fantástico”… así, afirmarlo como quien dice: “Hoy es lunes”; no, puede ser otra cosa… ¿Qué se yo? No se me ocurre ahora, pero no es algo tan así. A diferencia de la palabra género de la biología, que si sos perro, son perros vos, tu padre, tu abuelo y tu tataranieto. Un individuo no modifica al género, sino que se va modificando a través de siglos. En cambio, en la literatura es diferente; por ahí, si alguien escribe algo que escapa a todo molde, y que los críticos se devanan los sesos para tratar de encuadrarlo, y que esa obra está buena y tiene éxito; forma, de por sí, un género. Y habrá escritores noveles que tratarán de imitarlo, y… ¡Estaba bueno! Así que me lo aprendí. Lo leí bastantes veces para que me quede. Casi de memoria, porque yo, cuando me pongo nervioso medio que tartamudeo; así que me lo aprendí para decirlo de corrido si daba la conversación. Para no quedar como que no sé nada.
El sábado que empecé, me acuerdo, no pasaba nunca el colectivo; y no quería llegar tarde. Porque cuando llegás tarde, todos te miran, vos saludás… y todos te miran… y te da un poco de… pero… ¡Seis menos cuarto llegué! Ya estaban todos, hablando. Yo dije, despacito, “buenas tardes”, un poco con timidez, y sonreí, como para no caer antipático; pero no quise sonreír mucho, no fuera cosa que pensaran que, encima que era la primera vez, llegaba tarde y no me importaba. Quise explicar que el colectivo no venía nunca, pero no pude. Fabricio me presentó. Un montón de anteojos me dijeron: “hola”. Todos usaban anteojos. Menos yo. Y me acordé que hacía mucho que no iba al oculista… en realidad, nunca había ido. Pero nunca había tenido problemas, ni siquiera un cansancio. Y pensé que iban a pensar que si no tenía ni siquiera cansancio en la vista sería porque mucho no había leído en mi vida. Y yo había leído bastante. Claro que no… Borges, Cortazar, Gabriel García Márquez. No. Yo había leído muchos de esos de autoayuda que le dicen… “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas”… ”Acaricie el éxito” … o “Autocirugía de meniscos”… “El vendedor más grande del mundo”… o “Mastúrbese usted mismo”… ¿Qué sé yo?... ¡Tantos! Pero si yo decía eso se me iban a reír.
Ya eran las seis. Y todos hablaban. En algún momento me iban a mirar o me iban a preguntar algo. Yo le iba a buscar la vuelta para hablar de lo que sabía, para no quedar mal. Y hablaban de Faulkner y qué sé yo… quería saber como se escribía para buscar algo por internet, pero no me animaba a preguntar. Y por ahí leía otro, y se ponía otros anteojos encima de los que ya tenía…
Yo me lo había aprendido bien… “los géneros literarios no son rígidos como los géneros de la biología”… y después eso de que si nacés perro, tus nietos serán perros, y de que si uno escribe algo que no encaja en un género literario…
A las seis y media… me di cuenta de la hora porque en un momento hablaban todos juntos y no se entendía nada y justo miré para arriba y ahí había un reloj de esfera blanca y agujas negras y lo rojita que avanzaba ahí… tac, tac, tac… y ahí pensé: “¡Mirá si pasa la hora y no puedo decir nada!”
Yo lo miraba atentamente a Fabricio a ver si me dirigía algún comentario. Y tenía una señora con anteojos al lado mío que me cuchicheaba algo… ¿Qué sé yo qué me decía? Yo por las dudas le sonreía para no quedar mal.
Y se hicieron las siete menos cuarto…
Y empezaron a hablar de poesía minimalista y qué sé yo…
A las siete menos cinco esa agujita roja, que avanzaba implacable, me anunciaba que dentro de un rato iba a ser más tarde. Yo sin lentes. Iban a pensar que no había leído nada en la puta vida. Me tensioné como un gato que espera a un ratón para darle el zarpazo, así cuando hicieran un silencio, ya no cuando viniera el tema, cuando hicieran un silencio, una pausita, ahí empezaba a hablar yo, sin tartamudear, para demostrar que si no usaba lentes, no era porque no había leído mucho, sino porque había llevado una vida sana, en contacto con la naturaleza, como los animales, como los perros… que son nietos de perros. No aguanté más. Di una palmada fuerte sobre la mesa y me paré. Se cayó la silla y se hizo un silencio. Solo reverberaba el estallido del respaldo contra el piso. Me miraron todos los anteojos, y mirándolos a todos y a uno por uno les dije: “Si nacés perro, sos hijo de perro y nieto de perro. No como los escritores que son famosos porque… no son como los perros”.
Giré hacia la izquierda, que era hacia donde estaba la puerta y… empezaron a aplaudirme. Volví en contragiro y seguí hacia la derecha, que era donde había caído la silla. La acomodé, me senté y escuché que algunos decían que era interesante lo que había dicho, porque el despojo que hacía de todo recurso estaba emparentado con la corriente minimalista.
El lunes siguiente saqué turno con el oculista porque, de vez en cuando, es bueno hacerse un chequeo general.