sábado, 19 de febrero de 2011

Situación límite por VÍCTOR ALBERTO GARCIA





“ A veces hay que tomar decisiones, así
que, el que tenga perro que lo ate, y el
que no tenga, que no lo ate.”
* Dicho por Pepe Puyó, Suegro del autor.


Caía la tarde y en la galería de la casa, dos almas, sumidas en una profunda crisis económica, alternaban ideas para salir lo más rápido posible de dicho transe.
_ ¡Y si le robamos el cachorro al dueño de la estación de servicio! Viste que anda
por ahí y se mete en el terreno baldío que está al lado, ¡es un perro muy fino!
_ ¿De qué raza es?
_ Qué se yo, pero es lanudito, blanquito. Como esos que aparecen en la TV.
_ No, mucho kilombo, después hay que salir a venderlo, no.
Así, como brotaban las ideas ¡eran rechazadas! Aunque algunas se destacaban por su genialidad, al desmenuzarlas, el hecho delictivo mostraba una falla, una fisura, con el
riesgo de caer en cana.
El crepúsculo ya daba paso a la noche y la luna despuntaba en el horizonte. Casi al
unísono, estos amigos de lo ajeno repitieron la frase.
_ ¡Che , se nos viene la noche encima y el pescado sin vender!
Se miraron con un gesto de preocupación.
Un gato que dormitaba a unos metros de éstos señores en bancarrota, se ve que al escu-
char ¡pescado!, se levantó y a la vez que bostezaba, estiró una por unas sus patas, con elegancia movió la cola, y así con una pose arrogante echó a caminar como si estuviese desfilando.
Uno de ellos, fue cooptado por el felino.
El otro, volvió a la postura original antes del despertar gatuno y comenzó a rascarse la
cabeza.
_ ¿Che, entonces qué hacemos? ¡Che, a voz te hablo, qué te pasa, querés vender el gato!
_ No, no, esperá...¡el viejo de los gatos! ¡ya está, problema solucionado, se la damos al viejo de los gatos!
_ ¿Qué, vamos a robarle los gatos a un viejo?
_ No, escuchá, Te acordás cuando hace unos días lo ayudé al Mono a instalar una alar-
ma en casa de un prestamista ahí en la Florida, cerca del río, el dueño es un tipo gran-
de que vive solo, encima es medio sordo, te tenés que acordar que te dije que tenía co-
mo diez gatos, bueno, por una pura y doble casualidad me quedé con la clave de la
alarma y le descubrí en uno de los cajones del escritorio donde atiende a los clientes, un
montón de anillos, relojes, cadenitas, medallas, dijes, aros, prendedores, ¡ todo de oro,
pero oro oro, pura papa y de casualidad fue!
Aprobada la idea, solo tomaron las ganzúas y un pequeño bolso que casi llenaron
con naranjas, para disimular el futuro botín en el fondo.
El que conocía la casa le destacó a su socio algunos detalles.
_ Primero: Entrar es fácil porque no tiene perros, anulo la alarma y a trabajar.
Segundo: Cruzamos el comedor y vamos directo al escritorio, cualquier tropezón ya sabés, ¡gato!
_ ¿Qué gato?
_ Sí, haces miau, miau despacio. El viejo tiene el dormitorio arriba.

Llegaron a las tres de la mañana, cuando la luna cae a plomo y el sueño venció a
cualquier ser humano.
La casa está enclavada en medio de un parque y tiene dos grandes ventanales.
Abrir la puerta y anular la alarma fue cosa de chicos. El ideólogo del plan corrió apenas
una de las pesadas cortinas, permitiendo pasar un pequeño destello Lunar.
Por precaución se agazaparon, mientras trataban de observar en esa penumbra la ubica-
ción exacta del escritorio. Lo visualizaron apenas en la otra punta del living-comedor.
Así, semiagachados decidieron avanzar, sin tener en cuenta, que antes del escritorio se encontraba en el sector del comedor, una mesa de nogal que ostentaba como base, un cristal de ocho milímetros de espesor y que este vidrio sobresalía veinticinco centimetros de cada lado.
El socio fue el primero en descubrirlo. ¡Chocó fuertemente su tabique nasal con el
biselado! Se lo dio así, de canto, justo de frente.
En el silencio se escucho clarito…¡Toing! Paso seguido se desplomó desparramando las ganzúas y las naranjas por el piso.
_ ¡Shiiiiii, qué haces!
_ ¡Me choqué la nariz!
_ ¡Shiiiiiii, más despacio!
_ ¡Ay, duele!
_ ¡Callate que vas a despertar al viejo!
_ ¡ay, sangra!
_ ¡Por favor, baja la voz!
_ ¡Ay…me voy a desmayar!
_ ¡No seas boludo, aguanta que se despierta el viejo!
_ ¡Guarda, guarda que me desmayo! Y le pisó la cola a un gato, que sonó más fuerte que cualquier alarma. Al instante se es-
cuchó desde arriba.
_ ¿Quién anda ahí?
Contestó un solo gato, el otro estaba desmayado.

miércoles, 16 de febrero de 2011

ABISMO INTERIOR por SUSANA RADIA (Trabajo de fin de año)


Me encontré con un viejo amigo de la familia, abogado penalista Esteban Ruiz Díaz, me contó que al jubilarse se dedicó a la profesión que lo apasionaba: investigador privado. Coincidimos en unas vacaciones en Cruz del Eje. Los dos viudos hacia varios años, en nuestras largas charlas fuimos trayendo a nuestra memoria hechos extraños ocurridos, los cuales tuvieron cierta repercusión en su momento, muy comentado en la zona.
El que me ocupa quedó en la memoria de Esteban muy nítido por lo alejado de lo real más bien, poco común verdaderamente dramático sin un solo motivo valedero.
En cuanto le nombré el caso de Juan Leguizamón. Pareció recordar lo insólito, que fue su búsqueda, comenzó a contarme del principio lo que yo sabía a grandes rasgos.
Lo ocurrido su desaparición había sido muy comentada, la esposa de Juan lo contrató, luego de un tiempo y ya agotado todos los medios legales de manera infructuosa.
Todo había comenzado un día común como cualquiera Juan concurrió a su trabajo en forma habitual, solo que estacionó su auto en el playón de entrada y en lugar de dirigirse a empezar su jornada salió y se perdió en la nada.
Su esposa Laura le comentó a Esteban que ese día puso a sus hijas en el transporte escolar y volvió a esperar a su compañera de trabajo eran docentes. Juan bajó tomó su bolso la beso y extrañamente no desayuno.
Salió antes que ella, no le dio tiempo a preguntar cuál era el apuró. Fue la última vez qué lo vio, solo a la noche comenzó la búsqueda. Primero de los parientes luego de los compañeros y amigos, en los hospitales ya desesperados concurrieron a la policía.
Dijeron que había que esperar. Su auto seguía en el playón y a él se lo había tragado la tierra.
Laura en un desesperado, y apabullante esfuerzo por cubrir la ausencia se culpaba sin saber a ciencia cierta: ¿de qué? y surgieron las ineludibles preguntas: ¿Qué hice? ¿Qué abré callado?¿Qué omití?¿Dondé y en que momento ofendí?No hay respuestas a los abismos interiores de un ser humano, solo hay contradicciones, no hay reproches que valgan la pena.
¿Qué clic interno salta y desata temores en mentes débiles, y provoca un aislamiento abismal en el ser humano?
Jamás consiguieron una sola pista que los llevara a descubrir la verdad. Para sus amigos era el tipo piola , buena onda generoso, solo algunos se atrevieron a decir que lo notaron en los últimos tiempos más callado, taciturno, como si sus pensamientos estuvieran muy lejos.
Se tejieron mil conjeturas como siempre pasa en estos casos, desde amoríos, hasta ajuste de cuentas y drogas, nada más lejos de la realidad Esteban que estuvo muy ligado a la familia, me dijo que fueron veinte años de búsqueda desesperada.
Para las niñas fue una marca angustiante, ver a su madre triste, abatida y pérdida de la realidad.
Pasaron los años, la vida continuó de alguna manera, Olga la mayor de las niñas se casó, la menor Sonia, la mas pegada a su padre, tuvo problemas psicológicos que aun hoy arrastra igual que su madre.
El psiquiatra de ambas tubo que ahondar en esas zonas oscuras sin curar de un realismo descarnado brutal.
Solo la llegada de Luciano el hijo de Olga, mitigó en parte ese dolor profundo que las embargaba. Fue esa lucecita, como una bendición que se instaló en sus vidas.
Comenzaron a dejar atrás los turbios pensamientos que las agobiaron tanto tiempo.
Pero en la vida todo lo que uno se propone no suele resultar así puede comenzar una etapa que tal vez no pensábamos. Dentro de su dolor, Laura agradeció haber expuesto su caso a Red Solidaria. Una tarde una llamada, paralizó su vida. Provenía de la Institución, indagando si su esposo se llamaba Juan Leguizamón, y en la actualidad tendría 51 años.Tenían en los registros su desaparición, que databa de 24 años atrás. No podía dar crédito lo que oía.
En un pueblito remoto de Córdoba, encontraron un ciruja debajo del puente, muerto…debido a los días terriblemente fríos que asolaron la región en esos meses.
Entre sus pocas pertenencias completamente deterioradas, se encontró su documento.
Este hecho había ocurrido un par de meses atrás.
La iglesia del pueblo se encarga de darle de comer a estos parias, al no verlo diariamente, comenzaron a indagar su ausencia, y allí se enteraron por el padre Adrian viejo cura del lugar, quien recordó a este hombre que se hacía llamar Tito. Cuando llegó, 24 años antes a pedir trabajo en la parroquia, el padre Adrian notó que Tito era una persona instruida. Se destacaba por su agilidad mental y la forma en que resolvía problemas cotidianos.
Una sola vez al preguntarle si tenía familia evadió el tema ,y se escapó a vivir debajo del puente.
Solo regresaba a la parroquia a pedir limosna y a comer, del pasado ni una palabra. El cura no insistió pensó que tal vez venía de una vida hostil e impenetrable.
Red Solidaria rastrea continuamente datos de las personas desaparecidas, así es como pudieron dar con él.
Su ADN confirmó su identidad.
Cuando concluyó su relató, quedamos en silencio. Su final fue tan conmovedor, como insólito y absurdo.
Esos abismos interiores que a veces nos sobrepasan.
No volví a saber de Esteban, pero en mi mente quedó repiqueteando esa extraña historia y hoy volvió a mi memoria, salió de mi abismo interior, sin una respuesta válida.
SUSANA RADIA.Noviembre del 2010