EL SURREALISMO EN LAS LETRAS EN ESPAÑA
El surrealismo fue seguido con interés por los intelectuales
españoles de los años 30. Existía el precedente de Ramón Gómez de la Serna,
quien utilizaba algunas fórmulas vinculables al surrealismo, como la greguería.
El primero en adoptar sus métodos fue José María Hinojosa, autor de La flor de
Californía (1928), libro pionero de prosas narrativas y oníricas.
Las greguerías son textos breves semejantes a aforismos, que generalmente constan de una sola frase expresada en una sola
línea, y que expresan, de forma aguda y original, pensamientos filosóficos,
humorísticos, pragmáticos, líricos, o de cualquier otra índole.
Varios poetas de la generación del 27 se interesaron por las
posibilidades expresivas del surrealismo. Su huella es evidente en libros como
en la sección tercera de Sobre los ángeles y en Sermones y moradas de Rafael
Alberti; en Poeta en Nueva York de Federico García Lorca y Un río, un amor y
Los placeres prohibidos de Luis Cernuda. Vicente Aleixandre se definió a sí
mismo como "un poeta superrealista", aunque matizando que su poesía
no era en modo alguno producto directo de la escritura automática. Miguel
Hernández sufrió una efímera etapa surrealista y durante la posguerra la
imprenta surrealista se percibe en los poetas del Postismo y en Juan Eduardo
Cirlot, y en la actualidad existe un cierto postsurrealismo en la obra de
algunos poetas como Blanca Andreu.
En las islas Canarias la afición por el surrealismo llevó a
la formación en los años 30 de la Facción Surrealista de Tenerife, un grupo de
entusiastas, al modo del creado en Francia alrededor de André Breton. Sus
componentes (Agustín Espinosa, Domingo López Torres, Pedro García Cabrera,
Óscar Domínguez, Eduardo Westerdahl y Domingo Pérez Minik) expusieron sus
creaciones y puntos de vista en los treinta y ocho números de la revista Gaceta
de Arte.
Aunque no se le pueda considerar un surrealista estricto, el
poeta y pensador Juan Larrea vivió de primera mano la eclosión del movimiento
en París y reflexionó más tarde sobre su valor y trascendencia en obras como
Surrealismo entre viejo y nuevo mundo (1944). En la actualidad existe una
corriente de neosurrealismo en la poesía de Blanca Andreu.
OSCAR DOMINGUEZ
Óscar Domínguez, pintor de
origen canario incorporado a la Escuela de París de los surrealistas, se
convirtió -a raíz de su viaje a la capital francesa en 1927, donde establece su
residencia habitual hasta su muerte, acaecida en 1957- en la pieza clave para
que Tenerife se convirtiera en la isla surreal y sus compañeros de
generación, poetas y críticos vinculados a la revista Gaceta de Arte
(1932-1936), mantuvieran, desde 1930 a 1936, lo que el especialista José Miguel
Pérez Corrales ha denominado la “proximidad a las fuentes” [2] originales del Surrealismo. En
efecto, los libros que se gestaron al dictado de sus trasgresoras premisas -Crimen (1934) de Agustín Espinosa, Enigma del invitado (1935) de Emeterio Gutiérrez
Albelo, Dársena con despertadores (1936) de Pedro García Cabrera
y Lo imprevisto (1936) de Domingo López
Torres- tienen mucho que ver con el encadenamiento de paisajes
imaginarios, las formas viscerales del deseo y el afloramiento de las
inhibiciones que permite la apertura del abrelatas en la pintura de Óscar
Domínguez. Recordemos que el calendario del año 1935, en Tenerife, quedó
marcado y distinguido por una serie de acontecimientos centrales en la historia
del Surrealismo: Breton y Péret visitan la isla para inaugurar la Exposición
Surrealista en los salones del Ateneo de Santa Cruz e imparten sendas
conferencias paralelas a la muestra; el número 35 de Gaceta de Arte se dedica
por completo a textos, criterios e ilustraciones firmadas por nombres
relevantes del movimiento; se suceden las conferencias de
los emisarios parisinos del movimiento en el Ateneo de Santa Cruz y en el
Puerto de la Cruz; se publica el Segundo Boletín Internacional del
Surrealismo y se frustra la tan
anunciada proyección pública de La Edad de Oro.
Pero a nosotros nos interesa
mucho más el que pocos meses después, ya adentrados en 1936, se publica Enigma del invitado, narración poética onírica,
pautada de incoherencias y suspensos, y Dársena con despertadores, conjunto poético elaborado
siguiendo rigurosamente las pautas de la composición automática:
El procedimiento empleado para
la elaboración de los mismos consistió en confeccionar dos largas listas de
palabras autónomas, generalmente nombres, adjetivos, verbos que, bien iba
viendo o bien me venían a las mientes en mis paseos por la vega lagunera. Cada
dos relaciones de vocablos, que me suministraban la materia prima para cada
composición, las apareaba, siguiendo el orden en que fueron surgiendo
espontáneamente. Esta manera de unir las palabras daba por resultado imágenes
más o menos extrañas, según la mayor o menor proximidad significativa de los
términos enlazados, siempre de dos en dos. Así, la tercera relación de frases
binómicas participaba de un cierto automatismo psíquico y amanecían estructuras
de una lógica estrictamente poética.
Esta primera fase de elaboración de cada poema se continuaba en una
segunda en que procedía al ensamblaje de todas las parejas nupciales ya
logradas. En esta segunda fase unificadora intervenían entonces los artículos,
adverbios, preposiciones y conjunciones, si bien todas estas partes o
racionales se distribuían siguiendo vínculos sintácticos
Como vemos, en
Canarias se asumió como carta de navegación propia lo aportado por Les champs magnétiques en el sentido no sólo de la
técnica automática, sino por tratarse de una creación conjunta, colectiva, con
una sola voz final, es decir, una obra con un solo autor, “à deux têtes et le
regard doble” [7] (con dos cabezas y mirada
doble). La técnica de la escritura automática de Les champs magnétiques -y, por extensión, en el caso
del autor de Dársena con despertadores-, cuya realización pictórica
tendría en el Retrato de la pianista Roma (1933) de Óscar Domínguez, una de sus
mejores invocaciones -las manos libres, al fin, sobre el teclado, desprendidas
del cuerpo-, retomaba la idea del Libromallarmeano, abierto a una
significación sin límites y de infinitas resonancias, y en el que quien escribe
no es más que un simple transmisor.
Como
señalaría el poeta de Carcassonne Jöe Bousquet, “si tu ne te libères de
toi-même, tu ne seras jamais libéré. En se libérant de toi le langage deviendra
collectif.” [8] (Si no te liberas de ti
mismo, no serás jamás liberado. Liberándote de ti, el lenguaje devendrá
colectivo.) En efecto, frente a otros periodos artísticas de calado más
autosuficiente en los que las obras se crean en rigurosa soledad y autónomas al
contexto, en la vanguardia canaria se forjó un auténtico sentimiento de cohesión
del que la revista Gaceta de Arte fue un enclave más de trabajo
inter-artístico. Pensemos en varias de las publicaciones previas -Hespérides (1926-29), La Rosa de los Vientos (1927-1928) o Cartones (1930)-, donde los poetas
ejercieron de críticos o l os pintores publicaron sus poemas iniciales; en las
reseñas surgidas casi al mismo tiempo que la edición de un libro o la
inauguración de una exposición, con las que los compañeros del poeta o pintor
saludaban el evento; en publicaciones de compromiso político como Índice (1935); en trabajos
poético-pictóricos como Lo imprevisto (1936); en las portadas realizadas por
Óscar Domínguez para los trabajos de Agustín Espinosa, Emeterio Gutiérrez
Albelo y Eduardo Westerdahl; o en los objetos que se contemplaron
en la Exposición de Arte Contemporáneo ADLAN-Gaceta de
Arte (1936), realizados tanto por poetas como por
intelectuales y artistas canarios. Es evidente que las propuestas artísticas y
todo el componente reflexivo de esta “facción surrealista de Tenerife” constituyó una respuesta muy
firme al arte entendido como acción, ahora bien, una acción
ejercida con inquietudes y lenguajes distintos, y mediante plataformas de
convergencia.
Aunque
las coordenadas espacio-temporales divergen entre estos acontecimientos de
Tenerife y los ya referidos del grupo surrealista parisino, se perciben claros
paralelismos entre ambos. Tanto el método de escritura automática descrito con
todo lujo de detalles por Pedro García Cabrera, como el impulso colectivo que
animaba las actividades surrealistas en Tenerife, se nutren de la misma fuente;
esto es, tienen su razón de ser en la corriente surrealista del grupo parisino,
al igual que las experiencias automáticas de Breton y Soupault -seducidos por
el lenguaje simbólico de Gustave Moureau- retoman la aspiración de Isidoro
Duchase, Comte de Lautréamont: un livre futur donde “la poésie doit éter
faite par tous” (la poesía debe ser hecha por todos).
Nada mejor para
reforzar las correspondencias entre la “Facción surrealista de Tenerife” que
veníamos tratando y los principios básicos del movimiento surgido en Francia,
que citar las siguientes palabras de Domingo Pérez Minik:
La separación que existía
entre el surrealismo de los poetas peninsulares y el de las Islas Canarias nacía
de que, en los primeros, todo se originaba por una incitación y una respuesta
que no rebasaba el recinto estrictamente personal, mientras que, en los otros,
se convirtió en una actitud colectiva, la creación de una política literaria,
de un movimiento comunitario, a pesar de la diversidad de los trabajos.
Óscar
Domínguez jugó en todo esto un papel decisivo -se ha señalado hasta el
agotamiento- reconociéndosele como puente de conexión entre las actividades del
grupo parisino y del tinerfeño. Su impostergable disidencia de cualquier
constricción, su debilidad por los vaivenes del azar, su imaginario onírico o
su exaltado erotismo, fue un ejemplo para sus compañeros de generación. A este
respecto, Maud Bnnneaud hizo las siguientes consideraciones:
“Nunca pienso” -decía
Domínguez-, orgulloso de una afirmación tan valiente entre intelectuales. Ser
telúrico, preso de sus fantasmas, hundido a gusto en los olores, las savias, la
sabiduría del Atlántico y de la isla. Funcionaba su mente por receptividad. Cualquier
fenómeno exterior desencadenaba una serie de reacciones perfectamente
inesperadas, pero legibles para quien supiera seguir el hilo de Ariadna de su
laberinto apasionado, infantil y apasionante. El juego traguito, la intensa
sensibilidad, la asociación de ideas, la liberación de mitos y tabúes oscuros
salían a chorros poéticos, sin explicación inmediata. También sin ningún afán
de belleza o pretensión literaria.
Y él, más que
ningún otro, se movió con soltura en el territorio sin fronteras y
antiacadémico de las relaciones poesía-pintura. En ese doblez de la expresión
artística se sitúan todos sus trabajos junto a Georges Hugnet, ]el lienzo Lancelot 28º33’ (1938) inspirado en el libro
homónimo de Agustín Espinosa, las ilustraciones con aguafuertes para Poésie et vérité (1947) de Paul Éluard y sus incursiones en el mundo
de la escritura. Como señaló la que fue su esposa, Maud Bonneaud, “una persona
totalmente surrealista como lo fue Óscar Domínguez, tenía que expresarse a
veces sin pinceles”. Aunque no han llegado a
nosotros, escribió poemas, prosa, canciones y una obra de teatro llamada Difícil para el automóvil,
fácil para la bicicleta e infantil para el bastón del ciego. No obstante, sí contamos con
su poemario Les deux qui se croisent (1947), un juego de palabras,
situaciones, encuentros y disparates de todo tipo del que rescatamos un
fragmento del capítulo “Rêve de M. Robson”. En él asistimos al tratamiento
simultáneo de la imagen poética, pictórica y cinematográfica:
Une pluie torrentielle; un
voilier traverse la pluie comme un oiseau.
Flèche et oiseau avancent, un éclair illumine un paysaje cosmique.
Ce paysaje est coupé d’un
rectangle semblable à un écran de cinéma.
En clair obscur s’y déroule la scène suivante : Le point central de la
Place de la Bastille. A gauche, perspective très allongée d’un mur blan sur
lequel on voit une affiche, portant, en gros caractères, le mot : ÉCRIRE.
A droite, un immense obélisque
où sont suspendues les unes au-dessus des autres des boules de coiffeur, des
enseignes de tabac, de cordonnier, de bottier, etc…
En gros plan, du côté gauche
et du côté droit, apparaissent les deux qui se croisent, l’un venant du Nord,
l’autre du Sud. Ils se croisent et disparaissent des deux côtés de l’écran.
CAJA CON TORO Y PIANO- OBRA DE OSCAR DOMINGUEZ
MAQUINA DE COSER ELECTROSEXUAL
EL PAYASO