domingo, 17 de julio de 2011

Una misma pregunta por CLAUDIA ACOTTO


Bajo un cielo gris, distante , inexistente
En medio del traqueteo espeluznante de las ametralladoras,
El retumbar de los cañones de los tanques
Y el ensordecedor estruendo de las bombas
Un grito desolado, desgarrador y profundo corta ese aire viciado
De humo,  pólvora y muerte…

 Un dolor desmesurado clavándose en sus entrañas, en su corazón.
La impotencia de sus manos, incapaces de retener esa vida que se escapa injustificadamente…
Lágrimas; desesperación; angustia y desesperanza ante el tenebroso espectáculo
De horror que ofrece la guerra.

 Ruinas humeantes de ciudades destruidas, de progreso detenido en un tiempo sin fin,
Tierra regada con la sangre de hermanos.
Una siembra de odio que cosecha cadáveres desfigurados, cuerpos quejumbrosos y mutilados de cientos, de miles heridos…

 Miradas perdidas en el rostro de niños que se quedaron sin padres, sin casa,  sin nada.
Madres traspasadas de dolor, como la Virgen María al pie de la cruz, al ver los cuerpos de sus hijos sin vida.
Un infierno de sangre y muerte esparcido a diestra y siniestra, abarcándolo todo…

 Un grito inaudible en medio del caos y la destrucción, en medio de tantos gemidos y lamentos.
Un último abrazo, un llanto incontenible, una tristeza infinita y una misma pregunta sin repuesta  en aquellos que recogen sus muertos: ¿POR QUÉ?