“Para descubrir un asesinato hay que buscar a la persona que se beneficiaria con el crimen”
Agatha Christie
El viento tomó el color de los caprichosos remolinos que recorrían las calles dormidas y desiertas del triste poblado. La tierra colorada no daba respiro llevándose implacable la juventud de sus habitantes que padecen la sequedad del clima.
Desde allí partió una noche el guardabosque conduciendo su jeep con firmeza y gran velocidad, para sobresalto de la invitada al evento, quien en cada curva de la picada boscosa se sobresaltaba temiendo un choque contra el verde muro, mientras escuchaba el machacado monólogo ponderando la belleza de la luna y su esplendor. La esposa también lo escuchaba sin inmutarse, devorando bombones como era su costumbre.
Finalmente arribaron al lugar en medio del impenetrable, donde ya se escuchaba la música pegadiza del chamamé, pista bien apisonada de tantos años de bailes. Se destacó de inmediato entre las parejas una bella y joven mujer vestida de blanco, de rasgos que evidenciaban su origen nativo; se movía acompasadamente en brazos de un “gringo” rubio, único soltero del pueblo, codiciado por todas las solteras.
El despechado guardabosque continuó su apasionada letanía dirigida a la invitada, la que comprobó que la ponderada luna, no era otra que Pochola Luna, a quien iba dirigida su mirada sin importarle la presencia a su lado de su esposa, incomodándola con esa perorata.
Años después se tuvo noticias de que Pochola Luna había sido asesinada en la parcela que ella cultivaba en medio de la selva.
Sorprendió que esto sucediera, pues Luna, se internaba todos los amaneceres con el tractor y su escopeta al hombro, previendo el encuentro con un reptil.
1 comentario:
¡me encantó, elsa!
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