Creo que no le caí bien de entrada pero ella hizo cuanto podía por acercarnos, su mirada huidiza sentenció un espacio a rivalizar pero sus manos fueron mucho más lejos, sus caricias aquí de cerca, no quiso acercar su nariz a la mía, eso era exclusividad de ella y prefirió dejar la puerta abierta pero la cama destendida, sólo volvió con mi ausencia y ante cada timbre mío era espiado tras las cortinas y frenado por su tumulto de besos, de a poco se fue animando mientras su boca dispuesta se peleaba con mi barba, me dejó acariciarlo sólo una vez con indiferencia casi y sus manos furiosas inquietas me estremecieron a su propio ritmo, no quiso comer por un par de días hasta que las caricias se hicieron fuego y nuestra desnudez derrumbó edificios. Él sigue esperando la hora en que otros me esperan y ella espera que nadie me espere más que ella, yo espero que él pueda enredar sus bigotes con los míos y que ella ría feliz mientras continúa enredando su boca con la mía.
(Mónica, su gato y yo)
2 comentarios:
¡muy bueno, raúl!
Lo habias leido una vez y me pareció muy bueno. Ahora que lo leo con detenimiento,me parece genial.....tito.
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