Atrapé el sol en mis manos,
llevarlo a cabo me demandó tiempo.
Con la vejez adquirí la experiencia,
aprendí de esos ríos caudalosos
que en cierta época del año son serenos, calmos,
con la meticulosidad con que el escultor
va tallando su obra minuciosamente, y
se regocija al verla enclavada en algún sitio
cualquiera, de una ciudad cualquiera.
Ese mágico instante que atesoran sus retinas,
para volver una vez más a proyectar una nueva obra,
a recorrer nuevos caminos,
a transitar paralelamente las vías de la vida,
detenerse en alguna estación,
cruzar puentes, lanzar sogas,
arrojarse al vacío, y proyectarse
para crear vida, darle forma, moldearla,
usar la imaginación para que las manos respondan, y
la mente vuele.
Abrir las puertas tantos años vedadas,
transitar corredores oscuros,
cafetines bohemios,
tazas humeantes, cigarrillos y
nutrirse de los golpes de la vida,
de las alegrías, y esperar como esperan las plantas,
esa anhelada gota de lluvia que le alimente.
La vigilia ansiosa de un nuevo amanecer,
matar el tiempo, buceando en recuerdos sepias
captados en nuestra niñez que
giran y se estremecen con una melodía.
Rechina la madera que soporta el peso del cuerpo,
caminar una vez más sin rumbo,
buscando amaneceres,
zambulléndose en lo profundo,
sentir la liviandad en el cuerpo,
vencer las fuerzas de gravedad, deslizarse.
Creer que todo es posible,
estirar los brazos, abrir el puño y
atrapar el sol entre las manos,
aún sabiendo que voy a quemarme,
pero sabré que valió la pena luchar por ello.
2 comentarios:
SENCILLAMENTE ME ENCANTO,TIENE BRILLO,TE FELICITO, GRA.....TTO
¡muy bueno, gra! un beso.
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