Era un atardecer primavera, la china preparaba
el mate esperando a su gaucho.
Los perros comenzaron a ladrar, se asomo a la
tranquera de su rancho y un paisano le gritó montado desde su caballo la noticia. Su hombre había sido derrotado y mal
herido en el duelo que esa tarde se había producido en la pulpería del pueblo.
Ella estallando en llanto le preguntó en qué lugar lo habían dejado, rápidamente
tomó su caballo y se dirigió al pueblo, cuando lo encontró estaba rodeado de
insectos, sangrante y ya sin conciencia, trató de buscar ayuda para auxiliarlo,
pero la escena era tan común en ese pueblo que nadie se conmovió, al volver y
tratar de levantarlo ya no respiraba. Tristemente
arrodillada junto al cadáver lo
despidió, con sus lagrimas incontenibles le tomó sus manos frías se las cruzó
en el pecho y pagó a algunos hombres que tenían un carro para que lo
trasladaran a su casa y una vez allí cavó una fosa en su propio terreno y lo
sepultó. Transcurrió una semana y el mismo paisano que le había dado la noticia, ahora le anunciaba que su hermano había vengado la muerte de su hombre. En medio de tanta alegría la china puso flores sobre la tumba y entre susurros y llanto le contó al difunto la buena nueva, su sangre derramada tenía un justiciero ahora solo le pedía que descansara en paz.
2 comentarios:
el ambiente y las peripecias de la gauchesca, muy bien logrados, marcela. pero, más allá del género, me encanta la fluidez con que se va construyendo tu estilo.
muy bien narrado el estilo de vida del gaucho, su manera de expresarse y su forma de pensar. excelente texto, felicitaciones.
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