Hoy: SUSANA RADIA en : Pequeña Esperanza
El sol era abrazador, ardiente y proyectaba sobre ese cuerpo cansado, abatido, sin fuerzas un malestar profundo, incluso esa olla de hierro que cargaba en sus alforjas, le trasmitía a su espalda un calor, tórrido y desbastador.
Buscaba sin hallarlo un lugar en esas montañas para descansar. El abandono en el cual estaba sumido era tan real que casi lo dejaba sin fuerzas, aturdido fuera de la realidad.
En ese pueblucho chato y gris había dejado solo hambre y dolor. En él había rescatado una olla y un jarro grasiento, un mísero capital casi sin sentido.
Se preguntaba, si alguna vez en su vida había sido feliz, no halló respuesta, no la había.
El ocaso comenzó a extenderse, un frío profundo comenzó a invadirlo, era una tortura. Frotó sus brazos como si así pudiera entibiar el helado escalofrío que le producían los recuerdos, que desesperadamente quería olvidar, y enterrarlos para siempre.
“Caminó. No supo cuánto. Le pareció una eternidad”. Al atravesar las montañas el amanecer se brindaba a él sin sentido, un profundo desasosiego lo invadía. En ese momento creyó ver a lo lejos una pequeña tapera, divisó en ella una anciana de largos cabellos blancos, que canturreaba una canción de su lejana tierra natal, mientras amasaba para realizar algo con que subsistir.
Aun en esa tremenda soledad, era feliz con tan poco, casi migajas.
Fue una luz de esperanza, dejaría de chapucear en las olas del pasado hasta encontrar lo que buscaba, un pedazo de cielo en la tierra.
Valía la pena lo encontraría, con esa certeza siguió su camino erguido sin mirar atrás. No tenia sentido.
4 comentarios:
¡bravo, susana! hay en tu texto lazos geográficos, emotivos y literarios. un beso.
gracias muy alentador, besoss.
Muy buen texto Susi, un beso y feliz de compartir esta antología con vos.
yo tambien estoy feliz de
compartir con vos la antología
gracias un beso..
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