viernes, 2 de septiembre de 2011

ANNA por MERCEDES LAMAS



La niña tenía escasos catorce años y sin embargo conocía muy bien cada uno de los sitios del continente. Su edad era complicada, ya que era pequeña para algunas cosas, y para otras, no. Sus padres jamás habían salido de la bella aldea en la que vivían, en Stuttgartt, Villa Néckar.
Era ella la cuarta hija de siete hermanos y junto a la número cinco y seis, atendían a los hermanos uno, dos y tres. En cuanto al número siete, se trataba de un varón y en la cultura patriarcal en la que vivían, los hombres estaban exentos de ciertas tareas, cuidar a los hermanos menores, por ejemplo.
No entendía la niña por qué debía ella tomar a veces, decisiones o resolver alguna dificultad referida a sus hermanitos. Ella era solamente su hermana, no su madre ni su padre, que dicho sea de paso, discutían siempre violentamente.
Su padre pegaba a su madre, y Fiedrich, su hermano mayor, también golpeaba con dureza a sus hermanas, incluida ella. A su vez, él era castigado físicamente por sus padres.
Y la pobre Anna soportaba estoicamente las golpizas, hacía las tareas domésticas, ordeñaba la vaca e iba al mercado a hacer las compras, a veces.
Tenía la niña una vieja enciclopedia, con mapas de colores, que le había regalado su maestra.
De repente se encontraba ella visitando Amberes, El Canal de la Mancha, Praga, Estambul, China o Sudamérica.
Se perdió entre los jardines del Palacio Real de Madrid, y se durmió luego de mucho andar, en un primoroso lecho del Gabinete de la Reina María Luisa.
Sus padres y hermanos gritaron su nombre, la buscaron frenéticamente mientras una risita, burlona tal vez, brotaba de la enciclopedia, bajo el árbol.

1 comentario:

daniel eduardo dijo...

excelente, merce.